Llevaba
varias semanas arrastrando un catarro que aún insiste en quedarse, se acercaba
el fin de semana y me apetecía mucho un plato de cuchara. Me acordé que tenía
en casa carillas, una variedad de judías que son habituales en la zona del
pueblo de mi madre, una preciosidad de lugar cerca de Talavera de la Reina, en
Toledo, pero no las había preparado nunca, la he visto cocinarlas muchas veces,
pero no recordaba los pasos, así que lo único que faltaba era que mi madre me
diera la receta, cogí el teléfono y en unos minutos estaba tomando nota de los
ingredientes, fui a comprar los que me faltaban y me dispuse el domingo pasado
a prepararlas.
Para
mí es un plato especial, no es una receta más de legumbres, mi abuela, le
enseño a mi madre a prepararlas, mi madre nos las preparaba cuando eramos niños
siguiendo esos mismos pasos y ahora era yo la que las estaba preparando en
casa, además ni mi marido ni mi hijo habían comido nunca esta variedad de
judías.
Para
los que no la conocéis, es una judía de color blanca, pequeña y tienen en la
parte interior una marca de color negro que las hace inconfundibles.
Salieron
deliciosas, muy ricas y las costillas estaban para chuparse los dedos, hasta mi
hijo que nunca quiso probarlas (las costillas) esta vez se animó y le gustaron
mucho.